miércoles, 25 de septiembre de 2013

FINALISTA EN EL I CERTAMEN INTERNACIONAL DE RELATO "REINO DE TARTESSOS"


A continuación reproduzco lo publicado en el blog EL OJO DE GUADIX.

"ACTA DEL CERTAMEN:
En Guadix, en la Biblioteca Pública Municipal de esta ciudad se reúnen el día 23 de septiembre de 2013 los miembros del jurado del I Certamen Internacional de Relatos “Reino de Tartessos”: Doña Josefina Martos Peregrín, escritora, Doña Reyes  Alonso González, maestra y logopeda, Don Antonio García Piqueras, pintor, y Don Luis Muriel Burgos, editor; los cuales, tras las oportunas deliberaciones, por mayoría de sus miembros, y de conformidad a las bases de esta convocatoria, acordaron otorgar los premios siguientes:
Ganador:
Carlos Erice Azanza. Relato: ESE CONDENADO HOMBRE DEL TIEMPO
Finalistas:
•    Raúl Guadián Delgado. Relato: AL PAN, CON JAMÓN… VINO
•    Carlos Campos Naharros. Relato: AMAPOLA
•    Elena Cortés Alonso. Relato: BLACK FRIDAY
•    Amada Atienza Maniega. Relato: CREMA DE VINO
•    Nerea Crespo Díez. Relato: CRISIS, JAMÓN Y VINO
•    José Javier Muñoz González. Relato: DE CÓMO ENCONTRÉ   PAREJA Y MEJORÓ MI SALUD GRACIAS AL REFRANERO
•    María Jesús Lombraña Ruiz. Relato: DE LECHE Y MIEL
•    Sandra Monteverde Ghuisolfi. Relato: DELICATESSEN
•    ARMANDO ARAVENA ARELLANO. Relato: EL VIEJO CU…
•    RAÚL CASTAÑÓN DEL RÍO. Relato: GIROS DEL NEGOCIO
•    Carlos de la Fe. Relato: INDIANA JONES Y EL CLUB DE LOS ACCITANOS EN BUSCA DEL REINO PERDIDO DE LOS TARTESSOS …
•    Joaquín Lahoz Casulla. RELATO: INOPERANCIA
•    José Antonio Aragón Mateo. Relato: JAMONA
•    JUAN JESÚS LUNA JURADO. Relato: LA SALA DE LOS TRUENOS
•    David Vallejo Fernández. Relato: ORIGEN
•    Jacqueline María Hernández Sanchez. Relato: VIERNES"

miércoles, 10 de julio de 2013

FORMACIÓN CONTINUA

      A las 10 de la mañana nos reuniamos todos en el aula 2b del segundo piso. El curso fue muy corto, solo duró una semana. La relación social era nula, apenas unas palabras en el momento del descanso. Nos limitábamos a escuchar a la profesora y a cruzarnos preguntas, luego al finalizar la clase salíamos disparados a casa. Yo, llegaba y cenaba rápido con mis padres, luego me encerraba en mi habitación para comprobar los correos y compartir experiencias en las redes sociales. Tenía todas las horas del día ocupadas; trabajo, curso y casa. Apenas disponía de tiempo para nada más. En el curso le había echado el ojo a alguna compañera, aunque ellas a mi me habían ignorado completamente. Aún así, fantaseaba con la ropa interior que llevaban bajo aquel vestuario tan sugerente. No todo era atracción sexual, a veces me las imaginaba en una cena, en un paseo por la montaña o simplemente de charla en el banco de un parque. Lo cierto es que estaba cansado de no tener pareja.

     A mitad de semana la profesora tuvo la genial idea de finalizar el curso con una cena. La propuesta no me llenó de especial ilusión. Lo comenté en casa y mi madre se empeñó en que fuera para distraerme un rato, que así me daría el aíre. Por lo que acepté el ofrecimiento.

     ¡Viernes, final del curso! reparto de diplomas y soparet. De dieciséis personas apenas nos encontrábamos en el bar la mitad. La mayoría mujeres excepto dos hombres, los cuales nos sentamos juntos y conversábamos de un tema tan socorrido como el fútbol o de alguna cuestión de clase, eso sí, sin quitar el ojo a alguna de las chicas que se habían puesto especialmente guapas para la ocasión. Ellas apenas nos dirigieron la palabra y llegamos al final del café sin pena ni gloria. Unas palabras de despedida, reparto de cortesía de teléfonos, correos electrónicos, etc…para seguidamente la profesora dejarnos hasta más ver. Siguieron su ejemplo la mayoría. Yo me negaba a irme a casa tan pronto, después de tanto tiempo sin salir, necesitaba divertirme un rato. Mis pensamientos se tradujeron en palabras sin apenas darme cuenta, despertándome de ellos expresiones como; -¡yo me apunto! -¡necesito una copa, -¡quiero bailar!, -¡vámonos de marcha! Así que las cuatro Mosqueteras y el Llanero Solitario (que era yo) nos marchamos a un pub de la zona a explayarnos un rato.

     Las primeras copas cayeron deprisa. Era necesario un acelerante de habilidad social y el alcohol siempre ha sido un magnifico remedio. La música, el ambiente, las ganas de marcha ayudaron a que nos relajáramos y nos conociéramos un poco mejor. Al final estuve a punto de triunfar, no gracias a mi encanto, si no a Don Ron que me facilitó las cosas. Tarde y medio borrachos, con la pista de baile como escenario, una de las chicas y yo pasábamos del movimiento convulso al roce intencionado, de la charla a gritos a la conversación cercana y sugerente. El beso fue un paso lógico a lo que tenía que llegar…eso si María no se hubiese interpuesto. María era muy guapa, pero inaccesible. Había mantenido siempre las distancias y yo no tenía las suficientes criadillas como para acercarme a ella, de hecho pensaba que no hubiese servido para nada. Nos interrumpió diciendo que su amiga se tenía que ir, que iba muy borracha, que no sabía lo que se hacía, ¡ostras! ¿Qué no sabíamos lo que hacíamos? ¡Pero si nuestros cuerpos eran puro deseo!  No pudo ser, la aguafiestas nos fastidió la noche.

     Tardé en levantarme. La resaca y la sensación de nauseas me invadieron hasta pasadas las tres de la tarde. Luego con ayuda de los remedios de la agüela y alguna aspirina me dispuse a comenzar el día. Conecté el móvil y se puso a pitar como loco, de lo aturdido que estaba y del susto casi lo tiro al suelo. Tenía veinticinco mensajes de María (excepto uno de mi efímera pareja lamentándose por lo que no sucedió), se había pasado la noche recriminándome mi actitud con su amiga y de que quisiera aprovecharme de su borrachera. Sus primeros mensajes me echaban la bronca y los siguientes me incitaban a darle una explicación. Yo estaba alucinando, no entendía nada. Intentaba recordar cómo había sido mi comportamiento y no encontraba un motivo que, a mi juicio, fuese recriminatorio. Por lo que llegué a una conclusión: María estaba como una cabra o yo hice algo de lo que no me acordaba. Le mandé un WhatsApp, en tono muy comedido, para que me explicase que era lo que había hecho mal. En menos de dos segundos tenía su respuesta; otra bronca por intentar seducir a su amiga. Tenía dos opciones; ponerme a discutir con ella (algo que el cuerpo no me pedía) o tomármelo con mucha coña a ver por dónde me salía ella. Ni corto, ni perezoso le pregunté si era su novia, la contestación fue contundente “eres un cabrón, a mí me gustan los hombres”, siguió de nuevo con la riña para terminar echándome en cara que no le había contestado antes, que llevaba toda la noche esperando mi respuesta. Me disculpé, le comenté que no me encontraba bien y que había dejado el teléfono apagado. Añadí que la noche anterior ella estaba preciosa, que el vestido era muy bonito y que me hubiese encantado bailar con ella (intentaba cambiar el enfoque para que olvidara su enfado conmigo o me dejara en paz de una vez) sorprendentemente me respondió que eso que le decía no lo sentía de verdad, si estaba tan guapa ¿por qué no me había acercado a ella en vez de a su amiga? Dado el cariz que estaba tomando el asunto no pude parar y me lancé a fondo. Le dije que yo casi nunca mentía y que si ella me hubiera dado algo de pie…allí mismo en los lavabos le hubiese hecho el amor, que me tenía loquito. Me mandó a freír espárragos y dejó de whatssapear conmigo.

     Estuve toda la tarde rememorando nuestra charla virtual, algo no me cuadraba.  Era cierto que me gustaba y mucho, aunque nunca creí que ella se pudiera fijar en mí. Lo que no había entendido, hasta ese momento, era el motivo real del enfado. Y de repente… lo vi todo claro, ella se disgustó al no ser la elegida por mí. Le mandé un mensaje de móvil y luego un whatsApp citándola al día siguiente en el mismo pub a las ocho de la tarde.

     Eran las ocho y diez, María no aparecía. Un combinado de ron cola me ayudaba a templar los nervios. Mis dudas eran muchas, todavía no estaba convencido de mi suerte. Posiblemente esa noche estropeé sin querer algo que podía haber sido bonito. Maldecí mi timidez y la falta de confianza en mí mismo. Lo fácil no siempre es lo mejor. Después de 45 minutos de espera y tres cubatas decidí marcharme a casa. Era seguro que no aparecería. Me hizo creer que le gustaba y no era verdad. Enojado y deprimido crucé la puerta del local.

     María se encontraba apoyada en un coche, justo debajo de la luz de una farola. Estaba preciosa. Cuando coincidieron nuestras miradas su cara pasó de la sorpresa a la alegría incontenida. Como un autómata me lancé hacia donde estaba, la abracé y nos besamos. Luego me contó que no se había atrevido a entrar, que no hubiese soportado que la cita hubiese sido una broma.

martes, 28 de mayo de 2013

SALIDA AL CAMPO


Después de varios días de lluvia y frío,  por fin ha salido el Sol. No era muy potente, pero lo suficiente para estarse calentito donde pegaban sus rayos. Ante este magnifico día, comparado con el resto, Toni decidió que saldría a correr un rato, calculó que tendría que irse sobre las cinco de la tarde para que el ocaso del sol no le pillara, todavía estaban en invierno y anochecía temprano.

     Al final, entre visitas y personas conocidas que se iba encontrando a la vuelta de la compra,  se retrasó más de lo habitual. La comida, entre prepararla y disfrutarla casi se merienda, por lo que a la hora prevista todavía no estaba listo para salir a rodar. Eran más de las cinco y media cuando, embutido en sus mallas negras con franjas naranjas y dentro de su cortaviento azul marino, salía de casa en dirección al campo. Aunque el astro rey todavía calentaba, las ráfagas de viento eran  fresquitas. Inició su andadura, a la salida del pueblo echó a correr despacio, cuando llegó a la primera pista aumentó el ritmo,  le quedaba menos de una hora para que la noche le cayera encima.

     Toni corría y corría, quería llegar al punto kilométrico marcado en menos de treinta minutos, el camino de tierra subía y bajaba adentrándose en el bosque. La prudencia le debía de haber  advertido de que las subidas pronunciadas las tenía que hacer a un ritmo muy inferior, pero esa virtud se encontraba de vacaciones. Predominaba la sensación de miedo a la oscuridad en  esta zona solitaria plagada de árboles y ruidos de la naturaleza.      Y lo que era lógico que sucediera… sucedió. Toni reventó como el Lagarto de Jaén, el fuerte ritmo impuesto, la cantidad de bajadas, subidas y la falta de un entrenamiento continuado le pasaron factura. Él no quería parar, su obsesión era seguir corriendo, pero el cuerpo y la cabeza no le acompañaban. Paró, se puso a andar y a beber de la botellita que llevaba encima. Todo comenzaba a darle vueltas, le costaba respirar y un malestar, cada vez más profundo le entraba en la boca del estomago. Tuvo que apoyarse en un árbol, se sentó y buscó con la mirada a cualquier persona que anduviese por esos caminos… lo último que vio fue un trozo de cielo lleno de nubes de un color gris oscuro.

     Despertó desorientado, le dolía mucho la garganta y tenía sensación de nauseas. Sentía frío y todavía se encontraba un poco mareado. Poco a poco fue recuperándose.  Había perdido el sentido, posiblemente por una lipotimia. Se levantó y reemprendió el regreso a casa. La oscuridad era casi completa, se conocía el camino y apenas estaba a seis kilómetros del pueblo, pero rodeado de vegetación y sin luz no podía evitar que el miedo le invadiera. Cualquier ruido le alarmaba; un conejo que salía disparado de un matorral por el que  él pasaba, un grupo de perdices que asustadas elevaban el vuelo o el roce de sus ropas. De nuevo inició el trote, con precaución para no destrozarse un tobillo o no tropezar, la visibilidad era escasa.

     Era una noche cerrada, las nubes ocultaban la luna y las estrellas, la poca luz que se escapaba de entre esas bolas oscuras de algodón dibujaba figuras fantasmagóricas ayudadas por los árboles y arbustos. Toni tenía dos opciones; dejarse llevar por la desesperación o mantener la cabeza fría y llegar a casa. Optó por lo segundo. Sabía que; paso que daba era un metro menos que le faltaba para llegar, por lo que se impuso correr despacio pero de forma continuada. Su mente la ocupó con imágenes del bosque en pleno amanecer: los colores vivos, los cantos de los pájaros, cientos de olores maravillosos y esa sensación de libertad que le invadía. Se embutió en esa idea y siguió hacia adelante. 

     Gruesos goterones de agua le golpeaban en todo el cuerpo y la temperatura bajaba más a cada momento, apenas le quedaban tres mil metros para llegar a la entrada del pueblo. Era imposible avanzar, tenía que buscar un lugar seguro y seco hasta que amainase la tormenta. Recordó que a pocos metros se encontraban las ruinas de unas pequeñas instalaciones de la vieja mina, apenas veía y se esforzó por vislumbrar algún pequeño indicio que le guiase, aunque con esa oscuridad era imposible ver nada. A su parte derecha creyó ver un pequeño resplandor y se dirigió a él con mucha precaución. La pequeña emisión se movía despacio y lo fue guiando hasta que encontró la casa adosada a la montaña. Evitando los escombros entró por lo que creía que había sido alguna vez la puerta. Toni se guiaba por la suave luz que veía al fondo, de su boca salieron palabras de aviso advirtiendo de su entrada en la casa: ­— ¡HOLA!, ¿HOLA?, ¿hay alguien ahí?— decía con voz temblorosa.
— Solo busco refugio, hace frío y llueve demasiado fuerte, ¿hola?—.
A medida que hablaba y cuando llevaba bastantes metros andados, se acercaba a la habitación vagamente iluminada. Se asomó, vio a un chico de entre trece y dieciséis años de edad, sentado, de espaldas y con las manos extendidas hacia una vela.
— Hola, me llamo Toni y busco refugio. ¿Te importa que me quede contigo un rato?
El muchacho se giró y  le hizo gestos para indicarle que se aproximara. Lo hizo, la luminosidad de la vela reconfortaba pero hacía mucho frío, una corriente de aíre que provenía de una esquina, al fondo de la habitación, de lo que debió ser un derrumbe parcial del techo, lo estaba congelando. El joven extendió su brazo y con su dedo señaló una chaqueta que estaba tirada en un rincón llena de polvo. Toni se levantó, la cogió y se la puso, le venía pequeña pero no le importó, necesitaba entrar en calor. Los minutos fueron pasando y el muchacho no decía nada, se limitaba a estar sentado junto a la vela. Después de un buen rato, o eso le pareció, la calma secundaba  la tormenta dejando de llover. Toni se levantó y le dijo al chico que deberían marchar, que tenían que volver, era hora de que regresaran al pueblo. El joven le miró mientras se incorporaba, una gran sonrisa ocupaba su cara y le dijo adiós con la mano  a la vez que Toni salía de la construcción, apagó la vela y se encaminó hacia la parte destruida de la habitación donde se encontraba.

     Toni nada más entrar en el pueblo se topó con la Benemérita, el coche de la Guardia Civil con las luces giratorias azules encendidas frenó delante de él y bajaron el sargento y el conductor — ¿Toni García?, ¿Eres Toni García?
— Sí, soy yo. He tenido problemas con la tormenta, pero por fin he llegado.
— Hemos recibido aviso de Doña Juliana, usted había salido por la tarde a correr y no tenía constancia de su regreso. Íbamos ahora a buscarlo— le informó el sargento.
— Siento mucho las molestias, me ha pillado el aguacero, se me ha hecho de noche  y no podía continuar. Me he tenido que refugiar en La Mina.
— No pasa nada, para esto estamos. Suba al coche y le llevaremos a su casa, necesita una buena ducha y quitarse la ropa mojada.

Entró al coche y cuando llegaron a la puerta de su domicilio, se encendieron las luces interiores del habitáculo, el sargento se giró en su asiento y se dispuso a despedirse de Toni, antes de decir nada su cara cambió, estaba blanco y señalándole dijo: — ¿esa chaqueta es tuya?, ¿de dónde la has sacado? ¿DIME DE DÓNDE LA HAS ENCONTRADO?
— No es mía señor, tenía frío y la cogí de la ruina donde me cobijé en La Mina. Estaba tirada en el suelo de la habitación— le respondió.
— Tendrás que acompañarnos, nos vamos a La Mina. Llévanos, exactamente, al lugar dónde has encontrado esa chaqueta.

     Toni, cansado y aterido de frío, no entendía nada, pero intuyó que algo grave estaba sucediendo y que se había visto involucrado. Les fue explicando cómo llegar al cuarto de donde recogió la chaqueta y les indicó como llegar con el coche al sitio  exacto. El sargento cogió la linterna y bajó muy apresurado adentrándose en la casa medio derruida. Él se quedó en el automóvil y le preguntó al conductor qué era lo que estaba pasando. La historia era sencilla y trágica;  en un día como hoy, hace dos años  exactamente y  también con tormenta, su hijo de catorce años desapareció. Hasta el momento nadie había tenido noticias suyas. Se le buscó por los alrededores del pueblo, se hicieron batidas por los bosques, pero no se le encontró. Tenía la costumbre de salir a pasear y a correr solo. Ese día había salido a pasear y llevaba puesta una chaqueta muy parecida a la que había  encontrado, fue un regalo de su padre  por su cumpleaños. De repente, un grito desgarrador rompió la noche, el Guardia Civil saltó del coche, con la linterna en una mano y la pistola en la otra, se introdujo en la casa llamando a su superior. Toni fue detrás… al llegar a la habitación donde él se había protegido de la tormenta  vio al sargento quitando cascotes de la zona que estaba parcialmente derruida y al número enfocando con su linterna. Se acercó y pudo ver que debajo de aquellos escombros se encontraba un cuerpo que portaba la misma ropa que el chico que le acogió.

     Al día siguiente Toni tuvo que personarse en las dependencias de la Guardia Civil para relatar lo acontecido y firmar su declaración. Naturalmente, y para que no le tomaran por loco, modificó un poco la historia. Aunque y a pesar de la tragedia, en su fuero interno, estaba muy agradecido a ese joven que se levantó de entre los escombros convirtiéndose  en su Ángel de La Guarda.

viernes, 17 de mayo de 2013

¿DESEO O PESADILLA?


      Me levanté, otra vez había dormido mal. Se repetía desde que había cumplido un año como desempleado. Encendí el televisor, dejé el canal público  para ver la información manipulada que solían emitir. Miembros del gobierno anunciando las bondades de los recortes y de las subidas de impuestos. Mensajes como; hay que trabajar más  por menos, hay que apretarse el cinturón, hay que cotizar más años y cobrar menos jubilación, etc.

     Salí a la calle; gente buscando en contenedores, una señora mayor quejándose de que, con su pensión, tenía que mantener a su familia y a la de su hijo, un grupo de hombres hablando de Roque (el tercero del pueblo que se suicidaba en dos meses a causa de la mala situación económica). Todo era crispación, mal humor y pesimismo.

    Por la noche me preparé una gran cena; barra de pan de 0.22 céntimos y fiambre de 1€, todo regado con un agua maravillosa recién traída del grifo de la cocina. En la televisión, canal privado, nos bombardeaban con temas ya habituales; corrupción,  sobresueldos de miles de euros, donativos al partido gobernante a cambio de obras millonarias, pagos escandalosos a cargos públicos, dinero negro en paraísos fiscales, etc.

     De nuevo me desperté sobresaltado, la misma pesadilla. Yo, una persona pacifica, seguía soñando que me compraba un rifle de caza y me dedicaba a pegarles tiros a los banqueros, constructores, cargos públicos y políticos. Me inquietaba ese sueño opresivo y repetitivo.

martes, 9 de abril de 2013

¿ PROMESA INCUMPLIDA ?

Iba paseando por las calles de mi pueblo cuando, de repente, fui abordado por mi amigo Rafa. Cruzamos unas palabras y surgió un tema para mi algo preocupante; mi blog de escritura. Resulta que  suele entrar en él y lee todo lo que yo escribo, dado que ha estado un tiempo sin nada nuevo, me echó la bronca. Aunque, eso si, de  forma cariñosa. No tuve más remedio que agarrarme a las excusas típico/tópicas  que estoy utilizando desde hace unos meses; falta de tiempo, falta de ganas, que si la familia, el trabajo, el deporte, etc. Aunque son totalmente ciertas y había que añadir que lo poco que escribo va destinado a concursos literarios donde exigen textos inéditos y que por lo tanto no puedo utilizar para el blog. Aún así, me llenó de ilusión saber que tengo lectores a los cuales conozco y a los que me puedo encontrar en cualquier momento. Esto es muy interesante ya que, de forma personal y directa, me van a decir que opinan de mis microrrelatos. Esto seguro que me ayudará a mejorar.

     El encuentro terminó con la solemne promesa de que pronto reanudaría la actividad del blog, los días han pasado y la situación no ha cambiado. Tengo la mente dispersa y no se me ocurre nada de lo que escribir. Temo el día que al girar una esquina aparezca él y me recrimine el incumplimiento de mi compromiso.

     Aprovecho para agradecer a Rafa y  a los que me leen, su paciencia y comprensión, pero sobre todo el que estén ahí y sus muy estimables comentarios.

     ¡Ah! Por cierto; ¡Rafa, este va por ti!

martes, 29 de enero de 2013

NADA SE ES SI AL FINAL TE OLVIDAN

Benito Cabañeros llegó al pueblo con su familia cuando la fábrica donde trabajaba se instaló a pocos kilómetros. Tardó unos años en entrar en la política local, siempre había sido rechazado por “forastero” al igual que muchos otros vecinos en su misma circunstancia. Él  la entendía  como algo que debía de hacerse para solucionar los problemas de los vecinos. Tras muchos años de ver como el pueblo en el que vivía, y donde el creía que pasaría el resto de su vida, seguía estancado y no evolucionaba decidió con un grupo de amigos lanzarse al ruedo. Sé afiliaron a un partido político de ámbito estatal y sin un puñetero duro, pero con mucha imaginación, trabajo unido a las ganas de cambio de los votantes,  consiguieron mayoría absoluta en el ayuntamiento.

      Su vida cambió drásticamente; a la dura jornada laboral en la fábrica, a su derecho y deber como padre se le unía la ocupación no retribuida del servicio público. Los días se hacían largos y las noches muy cortas.  Tantos años de desgobierno y despreocupación habían convertido el pequeño ayuntamiento en un cortijo para unos pocos y en un caos de papeles y expedientes por resolver. Su lucha fue dura; la contratación de nuevo personal laboral, oposiciones para las nuevas plazas de funcionarios, la jubilación de “los capataces del cortijo”, la completa ordenación de todo el archivo, la reestructuración de todos los antiguos servicios, la creación de muchos nuevos, la construcción de nuevas instalaciones y lo peor de todo… hacer frente al poder económico, cultural y religioso que siempre habían impuestos sus normas en la localidad.

     Nunca le perdonaron que fuese por libre, que tratara a todos por igual (independientemente de su procedencia, creencias o medios económicos). Desde el primer día fue criticado y calumniado, acosado e incluso amenazado. Muchos de los plenos de la corporación se tuvieron que celebrar bajo la seguridad de la Guardia Civil. Aunque parezca raro había gente que no deseaba que las cosas mejorasen y fuesen transformadas.

     El agua potable, el alumbrado público, parques y jardines, asfaltado de calles, un nuevo Centro de Salud, un nuevo Colegio, el Hogar de los Jubilados, la Casa de la Juventud, la rehabilitación y ampliación del Ayuntamiento, la creación de los Servicios Sociales y la  Policía Local no fueron actos suficientemente válidos ante la afrenta de no participar en las procesiones, de no asistir a la misa de los domingos, de no malgastar el dinero en fiestas y de haber cambiado el nombre de las calles (curas, dictador, militares y servidores del viejo régimen) por artistas, científicos, luchadores por la joven democracia e incluso antiguos nombres que se recuperaron.  En definitiva, no podían tolerar que un forastero hiciera más por el pueblo que los que se habían distinguido por ser de denominación de origen.

     A los seis años tuvo que dejarlo, lo que no pudieron conseguir las fuerzas vivas de la localidad lo logró su economía doméstica y su familia. Su mujer cansada de vivir sin su marido, obligada a atender a sus hijos, a trabajar (debido a que a su esposo le descontaban de la nómina del trabajo las horas que dedicaba al ayuntamiento), y que de su labor como Alcalde sólo conseguía la satisfacción personal por el deber cumplido, pero ningún beneficio para su maltrecha renta familiar, no le quedó otra salida que aceptar el ascenso e irse a vivir a la capital.  
     Los que se quedaron en su lugar carecían de su entusiasmo por el trabajo, de su ilusión, de su carisma y  de su capacidad de sacrifico. Sin él y frente a los grandes medios económicos que emplearon “los pura sangre” locales,  los de siempre pronto se hicieron de nuevo con el consistorio. Dedicaron todo su esfuerzo a borrar todo rastro de Benito, desaparecieron misteriosamente las placas de los edificios inaugurados, fotos, etc… Con el tiempo extendieron la idea de que el pueblo había crecido y modernizado gracias a ellos. Y de Benito nunca más se supo.

     Esto, nieto mío, te lo cuento porque pronto me iré al otro barrio y me parece muy injusto que al señor Cabañeros no lo recuerde nadie, gracias a él este pueblo es lo que es. Todos los que vinieron detrás no movieron ni un dedo si no recibían suculentas dietas y un buen sueldo por ejercer de políticos locales, además de los grandes negocios que realizaron con el ladrillo y  que  para muchos, de los que tú conoces, les permitió  amasar  la riqueza que ahora poseen. Te pido que algún día saques a la luz la labor de esos seis años. Que honres la memoria de ese Alcalde y de las personas que de forma totalmente desinteresada  hicieron entrar a este pueblo en el siglo XX y lo prepararon para el XXI.