Esa sombra fresquita en la cual
nos cobijábamos cada vez que cruzábamos por el paso de peatones. Parada obligatoria
de los usuarios del Hogar del Jubilado
donde apoyarse, descansar y guarecerse del calor primaveral. Años de compañía,
similitudes de crecimiento con mis hijas, lugar de encuentro del personal de
limpieza donde (además de trabajar) disfrutaban de los 5 minutos del cigarrito.
Cortina preciosa de hojas verdes que escondía los pequeños almacenes de
residuos que nadie quiere delante de su puerta.
Después de muchos años de vernos todos los días, has sido ejecutado por
orden gubernamental. El Señor Concejal ha decidido que eres culpable de
ensuciar. Tus hojas y tus frutos manchan los suelos de la acera y la calzada. Suelos
que siempre están decorados por restos de los contenedores adyacentes, por los
excrementos de perro, por papeles, colillas y bolsas. Majestuoso ser vivo que ya no estarás, ramas y
hojas que ya no filtrarán los rayos del sol, te has quedado en simple tocón que
estropeara el paisaje. En obstáculo con el cual evitaremos tropezar, en simple
bulto en la acera que se convertirá en escultura a la estupidez humana.