Ha llegado el momento, los
nervios a flor de piel, las últimas instrucciones siguen pasándose de un lugar
a otro. Los mensajeros avisan de las tropas, que su señor, mandará con su mejor
caballero, a asaltar la villa y el tiempo estimado de llegada. El Canciller con
sus oficiales ordena los mensajes y calcula cual será el orden de ataque. La
villa elegida pertenece a un poderoso Señor Feudal, uno de esos que cree que
puede coger lo que quiere y cuando quiere sin importarle a quien pertenece. Siempre
se ha escudado en el miedo, en su villa bien defendida y su gran ejército.
Después de varios días de asaltar y robar los recursos de los miembros más
débiles de Los Matones, su Canciller ha decidido que ha llegado el momento de
pararle los pies. Esto puede costar una guerra a gran escala, pero poco
importa, mejor perderlo todo luchando que a manos de un impresentable que te
ataca a traición. El Canciller da la orden de preparar a los milicianos,
soldados valientes y muy útiles para reventar los muros que protegen la villa.
Estos muros están protegidos por miles de armas defensivas: especialmente
balistas y fundíbulos. Aunque antes de llegar a los muros hay que descubrir e
inutilizar las trampas que camufladas esperan para eliminar a los soldados de a pie. También
tendrán que retirar los abrojos que destrozan los pies de los combatientes y las
patas de los caballos.
Los señores de la Alianza comienzan el
ataque a la orden de su Canciller, desde distintos puntos y a la hora acordada
salen los regimientos camino de la villa. La idea es que el grueso del ejército llegue a impactar el mismo momento, eso hace que no puedan ser reforzadas las
murallas, ni repuestas las defensas, siendo el coste de tropas atacantes
menor. Pasados 45 minutos comienzan a
llegar los informes, estos son recibidos con gritos de triunfo o con gritos
ahogados, dependiendo del daño ocasionado. Todo marcha bien, faltan por llegar
dos columnas con un gran número de efectivos y el muro ha perdido mucha
resistencia y muchas defensas. Las dos llegan a la vez, un sonido
atronador llega desde la villa, ¡el muro ha caído!. Los que han sobrevivido
saquean y meten en las carretas todos los recursos que les pueden servir: oro,
comida, mineral, madera y piedra. Lo máximo que puedan cargar y de regreso a casa.
De nuevo la unión ha servido para tirar de su pedestal y quitarle poder a un
abusador. El ambiente se relaja y todos de forma sincera comentan lo sucedido,
no todos estaban seguros de que se podría entrar. De la relajación se pasa a la
euforia; -somos los mejores, -lo teníamos que haber hecho antes, -se lo merecía., -nadie puede con nosotros, -llegaremos
a ser los primeros, etc., etc., etc.. Su Canciller pensativo, asiente y
piensa que todavía falta mucho por hacer, que necesitan crecer más, tener batallones más numerosos y con menos atacantes combatir con igual número de unidades. Un día, cualquier miembro de
la alianza podrá repeler y contraatacar sin la ayuda de otro señor feudal. Y
cuando llegue ese día, ¡ Los Matones serán respetados!, no solo por su valentía y
su forma de pelear, si no también por su Grandeza, ¡Aupa Matones!.
Era tarde, se despidió de sus
compañeros, se salió del juego, apago el móvil y se fue a dormir.