Abrió los ojos. Tenía un terrible
dolor de cabeza e intentó tocarse la frente, pero no pudo. Las manos no las
podía mover, se asustó. Intentaba entender que pasaba, se encontraba tirado en
el suelo con las manos atadas a la espalda, estaba encerrado en un habitáculo
pequeño que en vez de puerta tenía una reja.
Francisco era un trabajador con
mujer y dos hijos, vivían en un piso hipotecado en las afueras de la ciudad. La
empresa para la que trabajaba suministraba material a las obras de la Comunidad Autónoma ,
cuando comenzó la crisis él no se preocupó. En el 2010 la empresa no pudo
aguantar los impagos de la administración y tuvo que presentar un ERE de
extinción de contratos, Francisco se fue a la calle, no le importó, cogió el
dinero y se fue a buscar trabajo, él era un profesional no tendría problema
para encontrar trabajo. Comenzó la ronda de contactos y la presentación de
curriculums en las empresas del sector, la misma respuesta “con la crisis no
podemos contratar a nadie, nos sobra gente”. Los años pasaron y seguía sin
encontrar trabajo, la prestación por desempleo se agotó. Hacia faenas
esporádicas que le reportaban exiguos recursos económicos. La crisis continuaba
y los políticos solo recortaban servicios y subían impuestos, pero eran
incapaces de solucionar nada. La situación era desesperante, entró en una
profunda depresión que le ocasionó la separación y la perdida de sus hijos.
Se encontraba sentado en un
parque de la avenida, se había quedado bloqueado, en sus manos tenía una carta
del juzgado donde le anunciaban que en 15 días le embargarían el piso. No sabía
que iba a ser de él. De repente una comitiva llegó al parque, muchos trajeados,
recordó haber visto un cartel anunciando la inauguración de una fuente nueva
que había costado la friolera de 300.000 €. se indignó, él se quedaba sin casa
por 30.000 € y estos políticos mediocres que no pagaban sus deudas, malgastaban
el dinero en chorradas. Se levantó y se dirigió a donde estaban todos, se quedaba en la calle, pero no se quedarían
sin escucharle, les iba a decir lo ladrones, corruptos e ineficaces que eran. El
que hablaba a la concurrencia era un alto cargo del gobierno autónomo, uno de
esos que según los periódicos llevaba viviendo de la política más de 20 años y
que estaba siendo investigado por un presunto delito de tráfico de influencias.
Francisco no lo dudó y comenzó a gritarles; desde sinvergüenzas, inútiles que
no sabéis gestionar el dinero, corruptos, menos políticos y más empleos,
políticos dimisión, etc. Gritó todo lo que pudo hasta que llegó la seguridad y
sin ningún miramiento lo sacaron a rastras de allí, no sin antes agradecerle
todo lo gritado con unos cuantos porrazos en la cabeza, la espalda y las
piernas. Lo dejaron tirado en un banco a unos 200 metros del lugar advirtiéndole
que si volvía a molestar se lo llevarían detenido. Pasado un buen rato, apenas
recuperado, se encaminó para casa. La mala suerte quiso que pasara por delante
del bar donde un grupo, encabezado por el político de la inauguración, estaban
tomando un refrigerio, pero la cosa empeoró cuando lo reconocieron y este (con
unas copas de más) quiso vengarse. Se levantó y cortándole el paso se encaró
con él. Le dijo muerto de hambre, revienta actos, que si le habían pagado los
de la oposición. Mientras la claque y
lameculos oficiales le apoyaban y reían los insultos. Francisco no se
amilanó y le dijo que era un político corrupto, que se había hecho rico con sus
cargos, que era un inútil que no sabia gestionar el dinero de todos y que
mientras la gente se quedaba sin trabajo, sin casa y se rompían las
familias el se gastaba miles de euros en
fuentes decorativas. La respuesta fue un bofetón y un empujón que lo lanzó al suelo mientras le decían que
se jodiera, que los de su clase habían nacido para servir a los bien nacidos
como él... A partir de ahí todo era confuso, recordaba vagamente la rabia que
le reconcomía las entrañas, haber cogido una piedra que encontró cerca y mientras gritaba que los políticos como él
le habían jodido la vida, golpeó repetidas
veces con ella en la cara del alto cargo,
después gritos, golpes y oscuridad.