miércoles, 20 de junio de 2012

LA PRIMERA CARRERA


07: 30 h. de la mañana, 700 participantes entre corredores y corredoras, todos apelotonados y nerviosos bajo el arco de salida. El speaker avisa de la inminente puesta en marcha, los últimos corredores se unen a la cola del pelotón. Se oye el disparo y todos salen apresurados hacia  las montañas. El primer tramo es de asfalto y todos se esfuerzan en llegar lo antes posible al comienzo del segundo. Thalos cuando llegó ya se estaba formando una fila para iniciar el  ascenso, la primera subida  era por un angosto sendero muy complicado para adelantar y que le obligaba a seguir el ritmo de su antecesor. Al llegar arriba se metieron en una pista forestal. El ritmo se incrementó, muchos aprovecharon para adelantar y para recuperar esos segundos perdidos por la subida.  La mitad de la carrera transcurrió igual;  subidas difíciles junto a pistas cada vez más cortas hasta llegar a la cumbre de la montaña. La vistas eran increíbles, preciosas y tramos peligrosos que invitaban a extremar las precauciones. Enseguida el descenso por caminos complicados, con desniveles altos y muchas piedras. Para quien no tenía técnica era mejor ir con cuidado para no sufrir un accidente. Los kilómetros costaban en ser recorridos y el tiempo pasaba demasiado deprisa. Había que volver a bajar por otro camino lleno de piedras y muy estrecho, las rodillas y los pies le dolían. Él solo pensaba en encontrar el camino que les llevaría hasta el pueblo. Punto de  avituallamiento y  otra vez a subir, los árboles le servían de  apoyo y se ayudaba en ellos para impulsarse. Un impaciente comenzó a pedir paso y a punto estuvo de ocasionar un incidente. Le recriminaron su actitud. Llegaron arriba y el camino se hizo más ancho, “el que llegaba tarde” avivó el ritmo y adelantó a todos los que pudo. Enseguida otra bajada peligrosa, eso no era un camino, era una grieta en la ladera hecha por la erosión de la lluvia. Thalos extremó las precauciones, era fácil cometer un error y romperse la crisma.  A unos 500 metros encontraron al que tenía prisa, tenía una pequeña brecha en la cabeza y unos arañazos en el cuerpo y seguro que el alma muy dolorida, había pisado una piedra suelta y resbaló, tuvo mucha suerte al encontrar un árbol que le paró la caída.
Thalos llegó a la carretera que les llevaría al pueblo, las piernas apenas le respondían, el cuerpo le pedía parar, otros corredores y corredoras le pasaban, pero el siguió con trote lento. Entrando al pueblo los vecinos les esperaban, los gritos de ánimo y los aplausos hicieron que por un momento las piernas dejaran de doler. Enfiló la larga calle que les llevaría al giro de entrada a meta. ¡Lo había logrado!.

1 comentario:

Elysa dijo...

La verdad es que ahora estoy cansada yo también de la carrera, es que el deporte no es lo mío.
Bien contada esa carrera.

Besitos


PD: Carlos revisa tu correo te he mandado uno el domingo ¿Me lo confirmas?